16 de junio de 2017

El Amómetro

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¿Es cierto que del odio al amor sólo hay un paso o hay mas?
Muchas veces hemos escuchado frases como: “eres el amor más grande de mi vida”, “nadie puede quererte tanto como yo”, “no existe amor tan inmenso como este”, “a ella la quiero, pero a ti te amo”, "nunca había sentido algo tan grande" y muchas otras similares, con infinidad de variaciones, acompañadas de rosas, música en vivo, anillo de compromiso, pollo asado trasnochado, acróstico (ya en desuso), emoticones, peluche o pijama transparente.

Tales afirmaciones, aunque suenan muy bonitas y a todos nos gusta escucharlas, son totalmente falsas o por lo menos, sin un fundamento real, pues no existe un criterio válido que las sustente. Para explicarlo mejor: ¿cómo sabemos que Alberto es más alto que Daniel? porque tenemos un patrón de comparación que llamamos metro. ¿Cómo sabemos que Patricia está más caliente de lo normal? pues con otro patrón, el termómetro. ¿Cómo sabemos que Claudia es más rica que Andrea? por otro referente que llamamos dinero. ¿Cómo podemos decir que Juan llega primero? porque tenemos un cronómetro.

Este es el origen del amómetro: el cómo determinar a quién he querido más en la vida, a cuál de los hermanos quería más el padre, la diferencia entre amar, querer, gustar o atraer, si por fin encontré el otro extremo de mi hilo rojo o tengo que seguir buscando (1) y, en definitiva, si el superlativo con el que pretenden alagarla(o) es válido o es un simple embeleco.

Empecemos entonces por ponernos de acuerdo en el concepto del amor. Si aceptamos que amar es dar, entonces podemos aceptar que entre más valioso es lo que usted dé, mayor será su amor. Sin embargo, es el receptor de su amor quien valora lo que recibe y lo califica con un "te quiero" o un "me gustas", de manera que, aunque amar es dar algo valioso, el que a usted lo quieran depende de qué tan valioso sea lo que perciba quien lo recibe o, en otras palabras, que tan feliz lo haga.

Y ¿qué es lo valioso que tenemos para dar? Cuatro cosas: la vida, el tiempo, lo que soy y lo que tengo, así que nuestro amómetro considera estas cuatro cosas, que se interrelacionan entre sí. Esto significa que dar más de su vida consume tiempo, pero dar todo su tiempo, arruina la vida.

Curiosamente, darlo todo no hace feliz a nadie y no dar nada tampoco. Es por eso que un escolta puede darle su vida sin que eso lo haga feliz (ni a él, ni a usted). Las zungas, los vividores, las prepago y otras especies, aunque están dispuestos a entregar algo valioso de sí, lo hacen sólo por dinero, así que lo que dan generalmente tampoco hace feliz a ninguno. Para poder acercarnos al verdadero concepto del amor real, sentimental y bello, me atrevo a dar una definición que tiene este enunciado:

amar es dar lo suficiente para hacer feliz a quien lo recibe


Vamos a plasmar lo enunciado en un gráfico, que es el propuesto amómetro: En la gráfica, el tiempo va de cero a ciento por ciento, de izquierda a derecha (línea inferior azul), mientras que la vida (línea superior, en rojo) va de cero a ciento por ciento, partiendo del centro hacia los extremos. La línea amarilla a la izquierda muestra lo que tengo, bienes materiales, que va de cero a ciento por ciento, de abajo hacia arriba, mientras que la línea verde a la derecha se refiere a lo que soy como persona, mis sentimientos, conocimientos e ingenio, y va de cero a ciento por ciento, pero partiendo del centro hacia arriba y hacia abajo.




Podemos ver, por ejemplo, que una Zunga seguramente le dará lo que tiene, buena parte de su vida, muy poco de su tiempo y definitivamente, casi nada de sí, por eso se ubicaría en la esquina superior izquierda. El amante celoso que se pega como chicle y quiere estar ahí a toda hora le da gran parte de su tiempo, muy poco de lo que es y casi nada de su vida, así que estaría en la esquina inferior derecha o por ahí cerca. El padre que llena de cosas a su hijo y por tanto le niega su vida y sus sentimientos, se ubicará en la esquina superior derecha.

He utilizado una escala de 0 a 10, con saltos de unidad, para definir este amómetro. Los personajes de los ejemplos anteriores estarán, por tanto, en lo más bajo de la escala, es decir, cero o cerca al cero. Partimos de que diez es el amor máximo posible y cero es la ausencia total de amor. Una escala invertida, de cero a menos diez, sería una medida del odio (odiómetro), que puede ser fácilmente deducida por cualquier lector a partir del texto presente ya que como sabemos, el odio y el amor son sentimientos antagónicos, separados, ahora ya está claro, por más de un paso. Nótese entonces que el amor perfecto es el que entrega un poco de todo, en justa y debida proporción y está representado en la gráfica como el punto negro del centro.

¿Cuál sería entonces el 10 de nuestra escala? Partiendo de la definición de amor acordada, el amor de Dios, equilibrado y perfecto, es el diez en la escala. El amor que recibimos de nuestra madre, que nos ofrece casi toda su vida y, por ende, casi todo lo que ella es, con una gran dosis de tiempo y sin escatimar lo que tiene (se quita el pan de la boca) es sin duda el 9 en la escala, representado por el cuadrado rojo que encierra el punto negro. Usted puede poner a su madre en cualquier parte, sobre la línea o dentro del cuadrado, dependiendo de cómo valore lo que ella le ha dado. Si la ubica muy cerca del punto negro es probable que sea la madre Teresa.

El 8 queda entonces para el amor propio; recuerde que, como dicen en los aviones, tiene que ponerse usted la mascarilla primero antes de auxiliar a su acompañante, lo que significa que para poder amar a alguien es indispensable antes amarse primero a uno mismo. En la gráfica está representado por el cuadrado rosado.

Bueno y ¿a quién amaríamos siete? A quien estemos dispuestos a darle una parte valiosa de nuestra vida, esa que por la gracia de Dios (10) nos dio nuestra madre (9) y que autoamamos (8), además de una buena parte de nuestro tiempo, nuestras posesiones más valiosas y gran parte de lo que somos como personas, de nuestro ser.

Entonces en este punto usted se pregunta ¿por quién estaría dispuesto a dar mi vida? O al menos una parte importante de ella, como un riñón, una córnea o un pulmón (la sangre no cuenta porque se ha vuelto un artículo de comercio muy común, bastante devaluado a pesar de su importancia), o cualquiera de los órganos que tenemos repetidos (una oreja, un brazo, un seno, etc.). ¿Por quién me desvelo, trabajo como un burro y hago payasadas? En condiciones normales, el 7 es para el amor que los padres tienen por sus hijos. Lo que sí es claro es que usted puede querer mucho a su suegra, pero no le va a donar un riñón suyo, como tampoco lo hará con su abuelita ni con su novia, a pesar de que dice quererlas mucho. El siete es para sus hijos y eso si se han portado bien y no tienen planes de tirarlo a usted en un ancianato de caridad en unos años o le piden con insistencia que les reparta desde ya sus bienes. Este es el cuadrado amarillo.

El 6 queda, por consiguiente, para la esposa o el esposo (o arrejuntado), el amigo que lo lleva ebrio a su casa, el padrino que nunca falla en su cumpleaños, la tía que lo crío, el vecino (caso raro a menos que sea el papá verdadero), la prima del alma, el profesor que le enseñó con responsabilidad y respeto, el médico de la familia que aparece a las tres de la mañana si se precisan sus servicios, o el jefe, cuando ha sido como un papá para usted. A ellos no les va a donar su riñón, pero los acompañará a la diálisis. No les va a donar su córnea, pero les ayudará a cruzar la calle tomándolos del brazo. No les va a dar un pulmón, pero les cargará el tanque de oxígeno. No les donará su colon, pero seguro les pondrá el pañal. No les donará su médula, pero les va a empujar la silla de ruedas. En la gráfica el seis está representado por el cuadrado verde. 

Esto significa que, a esos extraños con los que nos relacionamos buscando hacer pareja (novia, amante, tinieblo, amigo con derechos, machucante, arroz en bajo, bateador emergente y similares) ¡¡ máximo los querremos un 5 !!  al menos hasta que cambien su condición y suban de categoría en nuestra escala afectiva. Ahora bien, sabiendo esto, ¿podemos decirle a alguien a quien estamos cortejando o de quien estamos enamorados: eres a quien más he querido en la vida? ¡Claro que no! ¡No te voy a dar mi riñón! Te doy la materia prima con la que se hacen los riñones, pero el que tengo funcionando, no.

Entramos al tema de si te quiero tres o te quiero cinco, de si me gustas o te amo y por ende, si estas en la zona azul o en la gris clarito. Bueno, esto se define fácilmente haciendo sencillas preguntas como estas: ¿qué va a dar, mamita?, ¿al fin me vas a llevar a Europa, gordo? ¿te importa si me llevo tu carro, lindo?, ¿me recoges en el tunal a las dos de la mañana, cielo? ¿se puede quedar rasquinbol (el perro) contigo este fin de semana, nena? ¿te alcanza para los zapatos, muñeco? ¿puedes acompañar a mi mamá, linda? y muchas otras de diversa índole.

Escuchar atentamente las respuestas a estas preguntas y las acciones derivadas de las mismas son el mejor indicador para asignarle un puntaje a la susodicha o al fulano dentro de la escala ya reducida de uno al cinco y ubicarla en la gráfica del amómetro y entonces ahí sí dedicarle una frase romántica, amorosa y perfectamente cuantificable según uno de los siguientes calificativos:

5.0 = Te amo
4.0 = Te quiero
3.0 = Me gustas
2.0 = Te aprecio
1.0 = Tienes tu gracia
0.0 = Nada que ver

Es claro, por supuesto, que estas valoraciones son móviles, cambian con el tiempo y con las circunstancias, inclusive desde un valor positivo a uno negativo (no incluido en el gráfico). Si el salto es de un nivel externo, "nada que ver" hacia un nivel superior (interno), "me gustas", por ejemplo, es necesario, como ocurre en los fenómenos intra-atómicos de saltos de electrones, una gran cantidad de energía, que para el caso se traduce en dedicación, detalles, compañía, calor, masajes, besitos, etc. Cuando el proceso es inverso, digamos pasar de "te amo" a "tienes tu gracia" lo que ocurre es una gran liberación de energía en forma de quiero mi espacio, no me llames, desaparece, démonos un tiempo y cosas similares.

Nótese que una vez superado el 5 en la escala es prácticamente imposible cambiar de nivel, porque no se puede pasar de hijo a padre o de esposa a madre. Cuando esto ocurre es cuando se hace necesario recurrir a psicoterapia antes de desarrollar una sociopatía. También cabe aclarar que el amómetro está hecho para personas, no para animales o cosas, pues cuando los involucramos en esta escala debemos volver al psicólogo, por la misma razón.

¿Cree usted que faltó alguien en el amómetro?


(1) Ver "el hilo del destino" en este mismo blog  
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2 comentários to “El Amómetro”

  • 19 de junio de 2017, 10:15 p.m.
    Nina says:

    Resulta curioso analizar el tema del amor. Como dicen algunos poetas, el amor es una ilusión y en esta época sería más una ficción. Y con esta medición que se hace en el artículo una total desilusión. El amor escasea. Aunque todavía queda algo de este sentimiento hacia Dios, padres e hijos como lo sugiere el texto.

  • 22 de junio de 2017, 7:40 p.m.
    PIDASE LA OTRA says:

    Si, querida Nina... Una ficción, una ilusión, una quimera, una utopía... ¡De cuántas formas se le ha llamado! Al final, solo ha servido para que los poetas se inspiren, los enamorados suspiren y nuestra especie aún respire.

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