"El encuentro
entre dos personalidades es como el contacto entre dos substancias químicas:
Si hay alguna
reacción, ambas
serán transformadas".
Carl Gustav
Jung
Pigmalión fue un
rey griego, quien debió haber vivido en Bolivia, ya que solo esto explicaría
por qué él no deseaba a
ninguna mujer de su aldea ni de las vecinas, ni de los vecinos tampoco. Por
esta razón se hizo una estatua de mármol de una bella cholita como no se vio antes
por aquellas tierras y le quedó tan bella que se enamoró de su obra y
trató de tener sexo con ella, sin éxito. Afrodita, la celestina del lugar, al
ver el triste espectáculo, decidió convertir la estatua creada por Pigmalión en
humana, para que el artista pudiera meterle mano, no sólo su cincel. He aquí
las primeras dos grandes lecciones de esta historia: 1. Marmolina, la extatua,
antes frívola, dura, tiesa e incólume, se convirtió en la bella reina una vez
fue tocada, es decir, tanto la deseó que al fin la coronó. 2. Al cabo del
tiempo, Marmolina se quedó con todos los bienes del reino y de su rey,
volviendo a ser frívola, dura, tiesa e incólume. Todo lo que sube, baja.
Desde entonces se
llama efecto Pigmalión al resultado de desear que los demás hagan algo que
queremos, aunque sea una idea aparentemente improbable o ilógica. Pigmalión
deseaba que la estatua fuera real y lo logró. Después se arrepintió, pero ya
era tarde.
Pero si el deseo
es con uno mismo, un autodeseo, el efecto Pigmalión se conoce como profecía
autocumplidora. En palabras simples, esta profecía es una idea que implantamos
en nuestra mente para comprobar algo que probablemente no exista. En muchas
ocasiones una cosa lleva a la otra, es decir, una profecía autocumplidora se
implanta en nuestra mente como resultado de situaciones vividas a lo largo de
nuestra vida y que terceras personas, nuestros propios "talladores",
nos ayudan a fijar.
Ejemplos
conocidos del efecto Pigmalión los hemos visto cuando una persona con autoridad
e influencia sobre nuestro entorno (papá, mamá, cura, profesor, jefe, esposa, etc.)
dice cosas como: "Si sigues haciendo eso vas a ser un desgraciado”,
"Eres un bueno para nada", "Usted sólo sirve para meter la pata,
estribo", “¿Quieres ser tan inútil como tu padre?”, "Nadie la va a
mirar más que para eso", etc. y también hemos visto las consecuencias
funestas que producen estas sentencias, normalmente generando en el individuo
que las recibe profecías autocumplidoras como estas:
Profecía:
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Soy un torpe y no sirvo
para el estudio.
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Conducta:
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No estudias. No prestas atención durante las clases. Capas clase (faltas) con frecuencia.
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Consecuencia:
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No apruebas el curso y te refuerzas el pensamiento que dice que no
sirves para estudiar. Eres un burro que no rebuzna por tener el cuello muy corto.
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Profecía:
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Estoy gorda
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Conducta:
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Comes más de la cuenta,
no haces ejercicio, te pones ropa apretada que resalta tus llantas o blusas
bananeras(1) que las exhiben, todos los espejos te parecen convexos.
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Consecuencia:
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Engordas. Pareces
una escultura de Botero ambulante, sientes unos deseos incontrolables de
rodar. No te sientas sino te amontonas.
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Profecía:
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Todos me usan para su
beneficio.
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Conducta:
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Ofreces tu ayuda, aunque
no te la pidan. Estás disponible para ayudar al que te necesite cuando te
necesite, donde te necesite y así no te necesite. Más o menos, el sapo que
anda metido en todo, todo el tiempo.
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Consecuencia:
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Cuando una persona pide ayuda, te molestas. Como nunca dices que
no, las demás personas te catalogan como el comodín, la cantimplora, el
siempre listo, la de llamar a las once de la noche, el del préstamo fijo,
cumpliendo la profecía de que te están utilizando.
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Profecía:
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Soy fea, nadie se fija en
mí.
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Conducta:
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Sales a la calle
desarreglada, con cara de tote todo el tiempo, miras a tus congéneres como
muestras bacteriológicas, te vistes con descuido.
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Consecuencia:
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Se cumple tu profecía, nadie te mira y te sientes fea. Eres un
Gurre(2).
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Profecía:
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Mi novio/a se va a cansar
de mí.
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Conducta:
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Peleas por cualquier
capricho, cantaleteas todo el tiempo, celas sin motivo o con motivo, le
llamas a todas horas, no le das tiempo para sí mismo(a), en realidad no le
das nada de nada más que dolores de cabeza y rabietas permanentes.
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Consecuencia:
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Un día tu
pareja te expresa que se siente asfixiada, que necesita espacio, que es mejor
alejarse por un tiempo (digamos unos cinco años), que no te soporta y que
estás en riesgo de que quiera matarte, que mejor le dejes ir.
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Profecía:
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Soy tímido, no despierto
interés en nadie
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Conducta:
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Te escondes de la gente,
no hablas con nadie, si pudieras vestirte de transparente lo harías, te
guardas tus pensamientos, te muestras desconfiado y reservado.
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Consecuencia:
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Tus propias predicciones se confirman, no existes para los
demás. Te denominan con una letra, X ó con dos, NN.
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Profecía:
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Soy negada(o) para la
tecnología
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Conducta:
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Te da pereza leer
instrucciones o manuales. Pides ayuda cada vez que tienes que usar un
computador, un teléfono inteligente o un aparato similar. Pasas por alto los
anuncios, tutoriales o foros donde enseñan trucos sobre cómo sacar mayor
provecho de estos aparatos. Jamás abres un asistente y ni siquiera lees el
apartado de preguntas frecuentes o solución de problemas.
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Consecuencia:
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Efectivamente eres una bestia para la tecnología. Los teléfonos
se te caen y rompen con regularidad, el computador usualmente se te traba,
eres la pesadilla del soporte técnico, contaminas con virus la red
corporativa, contestas todos los correos con copia a todos y usualmente con
un simple "gracias". Seguramente te asignan los modelos más viejos
(que más problemas presentan), por si los dañas, que seguro así será, no
importe demasiado.
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Profecía:
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Mi jefe me tiene rabia
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Conducta:
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Violas el precepto número
uno: no haces caso. Llegas tarde, entregas tarde lo que te piden, no
contestas mensajes ni el celular, entras siempre de último a las reuniones y
en ellas usualmente es tu teléfono el que timbra. Protestas por cosas
insignificantes y te molesta todo de tu ambiente de trabajo.
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Consecuencia:
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Tu jefe no te tiene rabia, ¡te odia! Se esfuerza por hacértelo
notar y procura fastidiarte con los trabajos más engorrosos pero menos
importantes, porque te considera incompetente; sigues ahí únicamente porque
algún superior te defiende para amargarle la vida a tu jefe (él tiene una
profecía similar a la tuya).
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Profecía:
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Soy pésimo para las
matemáticas
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Conducta:
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Toda operación la haces
con calculadora o la delegas. Consideras "nerd" a todo aquel que
suma o multiplica mentalmente. Te mencionan a Tales, Arquímedes o Pitágoras y
te da sueño o cambias de tema. Estas convencido(a) que las matemáticas son
una teoría abstracta que no tiene utilidad alguna en el mundo real. Nunca
quisiste aprender a dividir y lo único que te interesa de la teoría de
conjuntos es cómo combinar una blusa (camisa) con un pantalón.
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Consecuencia:
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Efectivamente no sabes nada de matemáticas. Una derivada o un
logaritmo te suenan a griego antiguo. No sabes usar un metro de tela ni
calcular el tiempo que falta para que termine un viaje
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.
Por supuesto, no todas las profecías son
negativas ni todos los Pigmaliones tan desafortunados; también es posible
implantar en la mente de las personas ideas positivas y nosotros mismos podemos
convencernos de hacer de lo imposible lo posible. Ejemplos de estos casos
también abundan, desde Walt Disney o el creador de Panamericana, hasta Reikon o
el finado Juan Gabriel.
(1) Como explicamos en Embolia corporal, una ombliguera es una pequeña pieza de
vestido que deja exhibir un vientre plano, juvenil, cuyo centro es un delicado
ombligo, perfectamente delineado. Una bananera es la misma pequeña pieza, que
deja exhibir un vientre grasoso y abultado, cuyo centro es un ombligo, plagado
de arrugas, estrías y el fatídico banano, en ocasiones delineado incluso por
una cicatriz, proveniente de la cesárea.
(2) Gurre = Más fea que un bus por debajo o que un perro de taller