1 de abril de 2017

Pigmalión, el boliviano

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           "El encuentro entre dos personalidades es como el contacto entre dos substancias químicas:
Si hay alguna reacción, ambas serán transformadas".

Carl Gustav Jung










Pigmalión fue un rey griego, quien debió haber vivido en Bolivia, ya que solo esto explicaría por qué él no deseaba a ninguna mujer de su aldea ni de las vecinas, ni de los vecinos tampoco. Por esta razón se hizo una estatua de mármol de una bella cholita como no se vio antes por aquellas tierras y le quedó tan bella que se enamoró de su obra y trató de tener sexo con ella, sin éxito. Afrodita, la celestina del lugar, al ver el triste espectáculo, decidió convertir la estatua creada por Pigmalión en humana, para que el artista pudiera meterle mano, no sólo su cincel. He aquí las primeras dos grandes lecciones de esta historia: 1. Marmolina, la extatua, antes frívola, dura, tiesa e incólume, se convirtió en la bella reina una vez fue tocada, es decir, tanto la deseó que al fin la coronó. 2. Al cabo del tiempo, Marmolina se quedó con todos los bienes del reino y de su rey, volviendo a ser frívola, dura, tiesa e incólume. Todo lo que sube, baja.

Desde entonces se llama efecto Pigmalión al resultado de desear que los demás hagan algo que queremos, aunque sea una idea aparentemente improbable o ilógica. Pigmalión deseaba que la estatua fuera real y lo logró. Después se arrepintió, pero ya era tarde.

Pero si el deseo es con uno mismo, un autodeseo, el efecto Pigmalión se conoce como profecía autocumplidora. En palabras simples, esta profecía es una idea que implantamos en nuestra mente para comprobar algo que probablemente no exista. En muchas ocasiones una cosa lleva a la otra, es decir, una profecía autocumplidora se implanta en nuestra mente como resultado de situaciones vividas a lo largo de nuestra vida y que terceras personas, nuestros propios "talladores", nos ayudan a fijar.

Ejemplos conocidos del efecto Pigmalión los hemos visto cuando una persona con autoridad e influencia sobre nuestro entorno (papá, mamá, cura, profesor, jefe, esposa, etc.) dice cosas como: "Si sigues haciendo eso vas a ser un desgraciado”, "Eres un bueno para nada", "Usted sólo sirve para meter la pata, estribo", “¿Quieres ser tan inútil como tu padre?”, "Nadie la va a mirar más que para eso", etc. y también hemos visto las consecuencias funestas que producen estas sentencias, normalmente generando en el individuo que las recibe profecías autocumplidoras como estas:


Profecía:
 Soy un torpe y no sirvo para el estudio.
Conducta:
No estudias. No prestas atención durante las clases. Capas clase (faltas) con frecuencia.
Consecuencia:
No apruebas el curso y te refuerzas el pensamiento que dice que no sirves para estudiar. Eres un burro que no rebuzna por tener el cuello muy corto.


Profecía:
Estoy gorda
Conducta:
Comes más de la cuenta, no haces ejercicio, te pones ropa apretada que resalta tus llantas o blusas bananeras(1) que las exhiben, todos los espejos te parecen convexos.
Consecuencia:
Engordas. Pareces una escultura de Botero ambulante, sientes unos deseos incontrolables de rodar. No te sientas sino te amontonas.




Profecía:

Todos me usan para su beneficio.
Conducta:
Ofreces tu ayuda, aunque no te la pidan. Estás disponible para ayudar al que te necesite cuando te necesite, donde te necesite y así no te necesite. Más o menos, el sapo que anda metido en todo, todo el tiempo.
Consecuencia:
Cuando una persona pide ayuda, te molestas. Como nunca dices que no, las demás personas te catalogan como el comodín, la cantimplora, el siempre listo, la de llamar a las once de la noche, el del préstamo fijo, cumpliendo la profecía de que te están utilizando.


Profecía:
Soy fea, nadie se fija en mí.
Conducta:
Sales a la calle desarreglada, con cara de tote todo el tiempo, miras a tus congéneres como muestras bacteriológicas, te vistes con descuido.
Consecuencia:
Se cumple tu profecía, nadie te mira y te sientes fea. Eres un Gurre(2).


Profecía:
Mi novio/a se va a cansar de mí.
Conducta:
Peleas por cualquier capricho, cantaleteas todo el tiempo, celas sin motivo o con motivo, le llamas a todas horas, no le das tiempo para sí mismo(a), en realidad no le das nada de nada más que dolores de cabeza y rabietas permanentes.
Consecuencia:
Un día tu pareja te expresa que se siente asfixiada, que necesita espacio, que es mejor alejarse por un tiempo (digamos unos cinco años), que no te soporta y que estás en riesgo de que quiera matarte, que mejor le dejes ir.


Profecía:
Soy tímido, no despierto interés en nadie
Conducta:
Te escondes de la gente, no hablas con nadie, si pudieras vestirte de transparente lo harías, te guardas tus pensamientos, te muestras desconfiado y reservado.
Consecuencia:
Tus propias predicciones se confirman, no existes para los demás. Te denominan con una letra, X ó con dos, NN.


Profecía:
Soy negada(o) para la tecnología
Conducta:
Te da pereza leer instrucciones o manuales. Pides ayuda cada vez que tienes que usar un computador, un teléfono inteligente o un aparato similar. Pasas por alto los anuncios, tutoriales o foros donde enseñan trucos sobre cómo sacar mayor provecho de estos aparatos. Jamás abres un asistente y ni siquiera lees el apartado de preguntas frecuentes o solución de problemas.
Consecuencia:
Efectivamente eres una bestia para la tecnología. Los teléfonos se te caen y rompen con regularidad, el computador usualmente se te traba, eres la pesadilla del soporte técnico, contaminas con virus la red corporativa, contestas todos los correos con copia a todos y usualmente con un simple "gracias". Seguramente te asignan los modelos más viejos (que más problemas presentan), por si los dañas, que seguro así será, no importe demasiado.


Profecía:
Mi jefe me tiene rabia
Conducta:
Violas el precepto número uno: no haces caso. Llegas tarde, entregas tarde lo que te piden, no contestas mensajes ni el celular, entras siempre de último a las reuniones y en ellas usualmente es tu teléfono el que timbra. Protestas por cosas insignificantes y te molesta todo de tu ambiente de trabajo.
Consecuencia:
Tu jefe no te tiene rabia, ¡te odia! Se esfuerza por hacértelo notar y procura fastidiarte con los trabajos más engorrosos pero menos importantes, porque te considera incompetente; sigues ahí únicamente porque algún superior te defiende para amargarle la vida a tu jefe (él tiene una profecía similar a la tuya).


Profecía:
Soy pésimo para las matemáticas
Conducta:
Toda operación la haces con calculadora o la delegas. Consideras "nerd" a todo aquel que suma o multiplica mentalmente. Te mencionan a Tales, Arquímedes o Pitágoras y te da sueño o cambias de tema. Estas convencido(a) que las matemáticas son una teoría abstracta que no tiene utilidad alguna en el mundo real. Nunca quisiste aprender a dividir y lo único que te interesa de la teoría de conjuntos es cómo combinar una blusa (camisa) con un pantalón.
Consecuencia:
Efectivamente no sabes nada de matemáticas. Una derivada o un logaritmo te suenan a griego antiguo. No sabes usar un metro de tela ni calcular el tiempo que falta para que termine un viaje
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Por supuesto, no todas las profecías son negativas ni todos los Pigmaliones tan desafortunados; también es posible implantar en la mente de las personas ideas positivas y nosotros mismos podemos convencernos de hacer de lo imposible lo posible. Ejemplos de estos casos también abundan, desde Walt Disney o el creador de Panamericana, hasta Reikon o el finado Juan Gabriel.








(1) Como explicamos en Embolia corporal, una ombliguera es una pequeña pieza de vestido que deja exhibir un vientre plano, juvenil, cuyo centro es un delicado ombligo, perfectamente delineado. Una bananera es la misma pequeña pieza, que deja exhibir un vientre grasoso y abultado, cuyo centro es un ombligo, plagado de arrugas, estrías y el fatídico banano, en ocasiones delineado incluso por una cicatriz, proveniente de la cesárea.
(2) Gurre = Más fea que un bus por debajo o que un perro de taller

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