8 de abril de 2017

mionatour

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¿Por qué las mujeres van en grupo al baño y por qué se demoran tanto?


Empecemos por responder la segunda pregunta.

El gran secreto de todas las mujeres respecto a los baños es que, cuando están chiquitas, su mamá las lleva al baño y les enseña a limpiar con papel higiénico el bizcocho propio y el del inodoro y luego a colocar cuidadosamente tiras de papel en todo el perímetro de la taza, sentenciando con gran énfasis:

Nunca, nunca te sientes en la taza de un baño público

Y a continuación lleva a cabo una demostración dramatizada, mediante la cual efectúa el primer paso de su entrenamiento en “La Posición”. La aprendiz debe ser capaz de balancear su cuerpo sobre el inodoro, evitando tocarlo con alguna parte de su piel, sosteniendo los glúteos como a cinco centímetros de la taza, mientras se apoya sobre las piernas flexionadas y, en contadas ocasiones, con una muy pequeña porción de su espalda apoyada contra el tanque de agua.

 “La Posición” es una de las primeras lecciones de vida que debe recibir toda niña y es, como ellas dicen, “súper importante y súper necesaria”, pues la ha de acompañar durante el resto de su vida miccional. Pero después, en los años adultos, cuando ya no se practican natación ni gimnasia rítmica, les resulta dolorosamente difícil mantener “la posición” en aquellos momentos cuando la vejiga está completamente cargada y a punto de reventar, aunque exista el mito de que este pequeño reservorio no se atiborra en las mujeres con tanta facilidad como en los hombres.

Pero, los hombres no estamos en capacidad de entender muchos de los intríngulis de estos requerimientos miccionales, así que es mejor que sea una mujer adulta quien nos los describa. Cedemos el espacio entonces a esta adaptación del texto original de una autora mexicana:

Cuando TIENES que ir a un baño público, te encuentras con una cola de mujeres que te hace pensar que allá adentro tienen a Brad Pitt. Así que te resignas a esperar, sonriendo de manera hipócrita a las demás mujeres, que también están cruzando discretamente brazos y piernas y apretando el higo, en la posición oficial de “me estoy meando, pendejas''
 
Finalmente te toca a ti. Eso, si no llega la típica mamá con 'la nenita que no se puede aguantar más' y con la que se va a demorar una eternidad, mientras la instruye en el uso adecuado del inodoro, “la posición” karateca y demás carajadas.
 
Entonces, verificas cada cubículo por debajo, para ver si no hay piernas ¡¡¡¡¡ Todos están ocupados!!!!!

Cuando por fin se abre uno, te lanzas casi atropellando a la persona que va saliendo, pues el sabor a champaña está inundando tu cerebro. Entras y te das cuenta de que el maldito pasador no funciona (nunca funciona). Pero, no importa...al fin llegaste y estás ahí.

Cuelgas el bolso, en el gancho que hay en la puerta y si no hay gancho (nunca hay gancho), inspeccionas la zona, descubriendo ¡oh sorpresa! que el suelo esta lleno de porquería y de líquidos indefinidos y no te atreves a dejarlo ahí (además porque se va la plata), así que te lo cuelgas del cuello (al estilo San Bernardo) mientras miras cómo se balancea debajo tuyo, sin contar que la correa casi te desnuca, porque el bolso está lleno de chucherías que le fuiste metiendo adentro, poco a poco y la mayoría de las cuales no usas, pero que las tienes por si acaso.

Pero, volviendo a la puerta... Como no tiene pasador, la única opción es sostenerla con una mano, mientras que con la otra te bajas los calzones de un tirón y te colocas en la “posición de ranita saltando las vías”.

Ahí es cuando tus muslos empiezan a temblar.... porque estás suspendida en el aire, sobre las puntas de los pies para que no se te dañen los tacones con las porquerías del suelo, con las piernas flexionadas, los calzones cortándote la circulación de los muslos, un brazo extendido y haciendo fuerza contra la puerta y el bolso, con sus 5 Kg, colgando de tu cuello.

Ahora sudas frío y sientes fatiga, así que te encantaría sentarte, pero no tuviste tiempo de limpiar la taza ni la cubriste con papel. Interiormente crees que no pasaría nada, pero la voz de tu madre retumba en tu cabeza:

“Nunca, nunca te sientes en la taza de un baño público”

Así que te quedas en la “posición de chivito al precipicio”, con el tembleque de las amoratadas piernas... eso, si no ocurre un fallo en el cálculo de las distancias ¡¡¡ Una salpicada finíííííísima...el chorro de miados se desvía y te moja hasta las medias!!! Con suerte, no te mojas tus propios zapatos. Y, es que adoptar 'la posición' requiere de gran concentración, lo cual francamente es algo que a estas alturas ya no tienes.

Para alejar de tu mente tanta desgracia, buscas el rollo de papel higiénico ¡¡¡peeero, nooo hayyy!!!!
El rollo está vacío (como siempre). Entonces suplicas al cielo que entre los 5 kilos de cachivaches que llevas en el bolso haya un miserable kleenex; pero para buscar en tu bolso hay que soltar la puerta… dudas un momento, pero no hay más remedio... y en cuanto la sueltas, alguien la empuja y tienes que frenarla con un movimiento rápido y brusco, mientras gritas ¡¡¡OCUPAAADOOOO!!!

Ahí das por hecho que todas las pendejas mionas que esperan en el exterior han escuchado tu mensaje y ya puedes soltar la puerta sin miedo, pues nadie intentará abrirla de nuevo (en eso las mujeres nos respetamos mucho). En ese instante suena tu celular, que apenas logras escuchar y que por supuesto, no puedes contestar.

Además del golpe debido al portazo, el desnuque con la correa del bolso, el sudor que corre por tu frente, la salpicada del chorro en las piernas... el pedo que se te salió por el esfuerzo al agacharte, el recuerdo de tu mamá que estaría avergonzadísima si te viera así, porque su trasero nunca tocó el asiento de un baño público, pues francamente, “Tú no sabes qué enfermedades podrías agarrarte ahí” ... estás exhausta. Cuando te enderezas ya no sientes las piernas, te acomodas la ropa muy rápidamente y tiras de la palanca con el pie, ¡¡¡ sobretodo eso !!! es muy importante que sea con el pie.

Entonces vas al lavamanos. Todo está lleno de agua, así que no puedes soltar el bolso ni un segundo y te lo cuelgas al hombro. No sabes cómo funciona ese mugre chorro, pues no hay llaves sino sensores automáticos, así que haces mil intentos hasta que, luego de tres eternos minutos, sale un chorrito de agua fresca y, si es que consigues jabón, te lavas adoptando la posición de “Jorobado de Notredamme” para evitar que el bolso se resbale y quede abajo del chorro...

Cuando hay secador, lo usas para evaporar la salpicada de las medias (si no hay secador en el baño o no sirve, sacas el tuyo, que traes en tu bolso) y terminas de secarte las manos en tus propias nalgas, porque no piensas gastar tus kleenex para eso. Y sales...

En ese momento ves a tu chico que entró y salió del baño de hombres y encima le quedó tiempo de sobra para ver nuevamente la repetición de los goles del día anterior y quien, mirándote con cara de reproche, te dice:

-          ¿Por qué tardaste...tanto? ¿Por qué no me contestaste el celular? Las preguntas del muuuy estúpido.

-          No lo oí, había mucha cola...te limitas a decir.

Ahora resulta fácil entender la razón por la cual las mujeres van en grupo al baño: ¡es por solidaridad! Ya que mientras una sostiene los bolsos, otra sujeta la puerta que no cierra y otra pasa el kleenex por debajo de la puerta. Así, mediante el trabajo en equipo, todo es mucho más sencillo y rápido, ya que la protagonista sólo tiene que concentrarse en mantener 'la posición' y, sobretodo, la dignidad.


Claro, esta labor en grupo y el juego de roles también implican que haya demoras mientras ellas rotan sus posiciones y echan chisme, así que se requiere paciencia, pues la tarea va para largo. Si usted debe vivir esta experiencia en el rol de acompañante, dedíquese a “temas de hombres”, como observar el panorama exterior al área de los baños y a las féminas del vecindario, cosas que ya no podrá hacer después de que ellas regresen.





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