20 de marzo de 2017

mercado del usado

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Aunque la presión económica obliga a que el usado gane importancia, hay ciertos requisitos en los cuales el comprador no va a estar dispuesto a hacer concesiones, más si se quiere una relación a largo plazo. 
Cada vez más dura y complicada se ha vuelto la lucha de géneros por la búsqueda del favor del contrario y ahora también del similar. En esta competencia se aplica el precepto de "todo vale" que la sociedad ya extrapoló no sólo a la guerra y al amor, sino que lo generalizó prácticamente a todas las actividades humanas.

Entonces, todo vale: cosméticos para pintar desde el cabello, porque ya está canoso, hasta la uña del dedo gordo, incluso si está encarnada. La batería de productos, cremas, geles, lociones, ungüentos, mascarillas y más baratillas, pociones, aerosoles, jabones en todas sus variedades, menjurjes, barnices, esmaltes, colorantes y decolorantes, pastas, emplastos y emplastas, en fin, infinidad de productos cuya lista ofrece inagotables posibilidades, ha llevado a que hoy en día gastemos cerca del 15 % de nuestro presupuesto en belleza. Las cirugías están a la orden del día y no existe parte del cuerpo que escape a ellas y si la deformidad es tal que ni el mago Mandrake se le mide, siempre habrá la posibilidad de utilizar prótesis de reemplazo tan eficientes y estilizadas que cada vez resulta más difícil diferenciar lo natural de lo sintético (Ver en este mismo blog el artículo Disyunción Eréctil).

En este entorno convulsionado, presionado por los altos costos de mantenimiento, seguros e impuestos de rodamiento, ha surgido un interesante mercado: el mercado del usado, caracterizado por el reciclaje de aquellos especímenes que ya han cursado una porción importante de su vida útil pero que, como dijimos, debido a los altos costos de mantenimiento, la devaluación excesiva de la moneda y la carga impositiva cada vez más pesada, logran tomar un nuevo aire y se reinventan, compitiendo con suficiencia cada vez mayor.

Para entrar en este mercado es importante observar algunas normas mínimas de supervivencia, complacencia, competencia o en todo caso, de decencia:

1.  Carrocería en buen estado
Al menos decorosamente llevada. Matizada con perfumes y bien trajeada, logrará mayor valoración en el mercado.

2.  Papeles al día
Este es un punto de gran importancia. Nadie quiere declaraciones extrajuicio, demandas por abandono, embargos, certificados de tradición incompletos o improntas mal tomadas que conlleven a futuras discusiones sobre la propiedad.

3.  Certificado de gases
Ojalá escasos y en cualquier caso, en niveles por debajo de los aceptables, liberados preferentemente en lugares abiertos, catalizados con fósforos o ambientadores y de baja frecuencia tanto temporal como sonora y olfativa.

4.  Repuestos asequibles
Aunque es lógico que ya no haya el respaldo de una garantía, si se exige que se le puedan conseguir repuestos, a costos razonables y que funcionen correctamente. Esos modelos raros se convierten en insoportables y costosos elefantes blancos que nadie aguanta y nadie quiere mantener.

5.  Compresión adecuada
Si algo detesta cualquiera es que lo dejen botado a mitad de camino por fallos en el motor. Eso no se acepta, por más acondicionado que esté el habitáculo y más finos que sean los acabados. La compresión no se negocia. Se exige. Es indispensable que no haya fugas de aceite, ya que un motor que pase aceite hace que quien se haya subido no pueda ir más allá de pasar saliva.

6.  Lujos y Accesorios
Los detalles son siempre bien recibidos y constituyen un plus que divierte, destaca y alegra. Unas llantas muy delgadas soportadas en rines de gran resistencia o un calefactor de graduación a capricho del usuario(a) no pasan desapercibidos. Una palanca de suave manoseo o juguetes que respondan a comandos de voz tienen un lugar de preferencia y muchas veces, son factores decisorios de compra.

7.  Talleres autorizados
Todo lo de segunda es más propenso al fallo por el simple hecho del desgaste sufrido, pero por otro lado, la experiencia de manejo se vuelve más interesante cuando ya se tiene un buen kilometraje acumulado. Lo importante es lograr corregir los fallos encontrados poniéndolo en manos expertas, secreto infalible de los más populares. Ahora bien, si el modelo es exclusivo pero se deja intervenir, ese es un plus que se valora muchísimo. 

8.  Placer garantizado
Por supuesto, es uno de los beneficios mayormente buscados y más apetecidos. De cero a cien en pocos segundos, curvas sin sobresaltos, rugir potente y sonoro, fuerza indomable una vez desbocado y suspensión admirable, son sin duda atributos que con mayor fuerza inclinarán una decisión en favor de un usado frente a modelos más recientes, tal vez más bonitos, pero menos briosos a la hora de ser exigidos.

9.  Bajo consumo
Si se recurre al usado por la misma presión de los altos costos ya enunciada, no es congruente abordar un comelón desaforado, no sólo por los costos asociados sino por la estética afectada, los males derivados (como el cascabeleo o el exceso de gases) y el rápido deterioro experimentado. Un motor responsable, de gran fuerza y empuje requiere combustible, pero que esa relación no genere desbalance es algo a cuidar cuando se ofrecen atributos en un mercado tan competido.

10.  Relación peso potencia
Que la potencia no se vea penalizada por un peso excesivo o peor aún, por falta de pesos, es indispensable si se quiere permanecer activo por largos períodos sin ser substituido a la primera de cambio por un recién salido de bajo cilindraje pero grandes pesos.

Por supuesto, siempre será mejor el "hecho a mano o a pulso" que el producido en serie y al final de cuentas, todos los atributos mencionados requieren de una labia locuaz que venda los beneficios antes de probarlos, porque no siempre el comprador tiene tiempo o está dispuesto a hacer un test drive, que sería lo más conveniente para las dos partes. 


Como en todos los mercados, hay valores límite: ciertos modelos que debido a su kilometraje excesivo, ya ni siquiera alcanzan a dar lo necesario para un test drive, pasan a la categoría de antiguos y clásicos, pero irónicamente, carecen totalmente de valor. Se exceptúan de esta dolorosa característica, algunos casos muy exóticos, relacionados con fortunas importantes.

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