Aunque la presión económica obliga a que el usado gane
importancia, hay ciertos requisitos en los cuales el comprador no va a estar
dispuesto a hacer concesiones, más si se quiere una relación a largo plazo.
Entonces, todo
vale: cosméticos para pintar desde el cabello, porque ya está canoso, hasta la
uña del dedo gordo, incluso si está encarnada. La batería de productos, cremas,
geles, lociones, ungüentos, mascarillas y más baratillas, pociones, aerosoles,
jabones en todas sus variedades, menjurjes, barnices, esmaltes, colorantes y
decolorantes, pastas, emplastos y emplastas, en fin, infinidad de productos
cuya lista ofrece inagotables posibilidades, ha llevado a que hoy en día
gastemos cerca del 15 % de nuestro presupuesto en belleza. Las cirugías están a
la orden del día y no existe parte del cuerpo que escape a ellas y si la
deformidad es tal que ni el mago Mandrake se le mide, siempre habrá la
posibilidad de utilizar prótesis de reemplazo tan eficientes y estilizadas que
cada vez resulta más difícil diferenciar lo natural de lo sintético (Ver en
este mismo blog el artículo Disyunción Eréctil).
En este entorno
convulsionado, presionado por los altos costos de mantenimiento, seguros e
impuestos de rodamiento, ha surgido un interesante mercado: el mercado del
usado, caracterizado por el reciclaje de aquellos especímenes que ya han cursado
una porción importante de su vida útil pero que, como dijimos, debido a los
altos costos de mantenimiento, la devaluación excesiva de la moneda y la carga
impositiva cada vez más pesada, logran tomar un nuevo aire y se reinventan,
compitiendo con suficiencia cada vez mayor.
Para entrar en
este mercado es importante observar algunas normas mínimas de supervivencia,
complacencia, competencia o en todo caso, de decencia:
1. Carrocería en buen estado
Al menos
decorosamente llevada. Matizada con perfumes y bien trajeada, logrará mayor
valoración en el mercado.
2. Papeles al día
Este es un punto
de gran importancia. Nadie quiere declaraciones extrajuicio, demandas por
abandono, embargos, certificados de tradición incompletos o improntas mal
tomadas que conlleven a futuras discusiones sobre la propiedad.
3. Certificado de gases
Ojalá escasos y
en cualquier caso, en niveles por debajo de los aceptables, liberados
preferentemente en lugares abiertos, catalizados con fósforos o ambientadores y
de baja frecuencia tanto temporal como sonora y olfativa.
4. Repuestos asequibles
Aunque es lógico
que ya no haya el respaldo de una garantía, si se exige que se le puedan
conseguir repuestos, a costos razonables y que funcionen correctamente. Esos
modelos raros se convierten en insoportables y costosos elefantes blancos que
nadie aguanta y nadie quiere mantener.
5. Compresión adecuada
Si algo detesta
cualquiera es que lo dejen botado a mitad de camino por fallos en el motor. Eso
no se acepta, por más acondicionado que esté el habitáculo y más finos que sean
los acabados. La compresión no se negocia. Se exige. Es indispensable que no
haya fugas de aceite, ya que un motor que pase aceite hace que quien se haya
subido no pueda ir más allá de pasar saliva.
6. Lujos y Accesorios
Los detalles son
siempre bien recibidos y constituyen un plus que divierte, destaca y alegra.
Unas llantas muy delgadas soportadas en rines de gran resistencia o un
calefactor de graduación a capricho del usuario(a) no pasan desapercibidos. Una
palanca de suave manoseo o juguetes que respondan a comandos de voz tienen un
lugar de preferencia y muchas veces, son factores decisorios de compra.
7. Talleres autorizados
Todo lo de
segunda es más propenso al fallo por el simple hecho del desgaste sufrido, pero
por otro lado, la experiencia de manejo se vuelve más interesante cuando ya se
tiene un buen kilometraje acumulado. Lo importante es lograr corregir los
fallos encontrados poniéndolo en manos expertas, secreto infalible de los más
populares. Ahora bien, si el modelo es exclusivo pero se deja intervenir, ese
es un plus que se valora muchísimo.
8. Placer garantizado
Por supuesto, es
uno de los beneficios mayormente buscados y más apetecidos. De cero a cien en
pocos segundos, curvas sin sobresaltos, rugir potente y sonoro, fuerza
indomable una vez desbocado y suspensión admirable, son sin duda atributos que
con mayor fuerza inclinarán una decisión en favor de un usado frente a modelos
más recientes, tal vez más bonitos, pero menos briosos a la hora de ser
exigidos.
9. Bajo consumo
Si se recurre al
usado por la misma presión de los altos costos ya enunciada, no es congruente
abordar un comelón desaforado, no sólo por los costos asociados sino por la
estética afectada, los males derivados (como el cascabeleo o el exceso de
gases) y el rápido deterioro experimentado. Un motor responsable, de gran
fuerza y empuje requiere combustible, pero que esa relación no genere
desbalance es algo a cuidar cuando se ofrecen atributos en un mercado tan
competido.
10. Relación peso potencia
Que la potencia
no se vea penalizada por un peso excesivo o peor aún, por falta de pesos, es
indispensable si se quiere permanecer activo por largos períodos sin ser
substituido a la primera de cambio por un recién salido de bajo cilindraje pero
grandes pesos.
Por supuesto,
siempre será mejor el "hecho a mano o a pulso" que el producido en
serie y al final de cuentas, todos los atributos mencionados requieren de una
labia locuaz que venda los beneficios antes de probarlos, porque no siempre el
comprador tiene tiempo o está dispuesto a hacer un test drive, que sería lo más
conveniente para las dos partes.
Como en todos los
mercados, hay valores límite: ciertos modelos que debido a su kilometraje
excesivo, ya ni siquiera alcanzan a dar lo necesario para un test drive, pasan
a la categoría de antiguos y clásicos, pero irónicamente, carecen totalmente de
valor. Se exceptúan de esta dolorosa característica, algunos casos muy
exóticos, relacionados con fortunas importantes.