Lo que se acumula puede llegar a ser muy fétido si no se deposita en el lugar adecuado.
A partir del concepto básico de balance de materia, que dice que
lo que sale = lo que entra – lo que se acumula
podemos aceptar que
cualquier proceso será más eficiente a medida que lo que sale sea como lo que
entra, pero más chiquito, de modo que “lo que se acumula” se haya utilizado de
manera efectiva.
En cuanto al ser
humano, es la máquina más ineficiente que existe, ya que sólo aprovecha cerca
del 5 % de lo que come y desecha lo demás. El hombre no es más que una máquina
productora del dos. Y para colmo, es la única especie que tiene que limpiarse después.
Tal vez por esta
situación, el inodoro fue escogido en el siglo XX como el invento más influyente en la historia de la humanidad y el de mayor impacto en la sociedad, ya que, si el 95% de lo que
consumimos lo convertimos en desperdicios, haber inventado un artilugio que nos
permite deshacernos de estos con decencia, nos libró de extinguirnos ahogados
por nuestras propias heces.
Ahora bien,
exploremos el tema de las denominaciones que se le dan a ese lugar íntimo, en
general infortunadas o, por decir lo menos inapropiadas, pues no reflejan lo
que son ni su uso ni sus características. Veamos algunas:
Lo de sanitario
es incomprensible pues, por el contrario, hay que sanearlo permanentemente para
poder darle uso, así que quizás ese nombre provenga de que luego de utilizarlo,
nos sentimos livianitos, contentos, sanitos. Retrete se refiere a
retirado, pues nadie quiere ni estar ni tener cerca a otro cuando está dedicado
a usar ese recinto. Entonces ¿por qué lo instalan contiguo a la sala de estar,
donde todo el mundo va a estar pendiente de quién entra y cómo y cuándo sale?
Es por eso que, cuando sale, el pobre paciente mira consternado a la
concurrencia, confiando en que, incluso en el vergonzoso caso en que algo le
trina, no se haya percibido nada, así que busca algún gesto de
aprobación que le deje saber que sí, que queda excusado por lo
que haya sucedido allá adentro.
Hay nombres impropios
como peinador o tocador, pues no siempre el usuario
se instala allí solo a peinarse o a tocarse. Luego está lo de inodoro,
que denota una utopía, pues todo lo que sale y llega allí y, peor aún, lo que
se acumula es maloliente y le transfiere propiedades desagradables al mobiliario
en cuestión y a sus alrededores. De otra parte, es muy raro eso de que un
visitante pregunte ¿Puedo usar su baño? Y en lugar de darse una
ducha, como se esperaría, se desata a depositar residuos en la porcelana de
marras.
Como los anglosajones
van siempre dos pasos adelante, ellos utilizan el WC, abreviatura
de Water Closet, para señalar que se necesita agua luego de
utilizar ese adminículo y para mostrar que, si algún despistado se equivoca y
se mete al closet, sería mucha la cantidad de líquido requerida para remediar
el estropicio ocasionado y evitar que las puertas se traben y que los demás se
asfixien con la fetidez. Igualmente, emplean el lavatory, (nada
qué ver con lavatorio, que es el nombre de una ceremonia
religiosa, como explicamos en ablución moderna), para sugerir lo
que debe hacerse luego de ir allá a hacer lo que se hace allá. También, le
dicen toilet, nombre anglicado del francés toilette, que solo le
indica al usuario que allí encontrará el papel tualé
(españolizado), para “lo que necesite en cuanto a necesidades se refiere,
mono”.
Pero, no todos los
desechos de la actividad humana van a parar a este sitio en particular; algunos
provienen de las redes sociales o del empeño comunicativo, artístico o político
de ciertos congéneres y para ellos no se ha inventado aún el inodoro adecuado,
así que salen a contaminar la sociedad, de manera inmisericorde.