El origen del subdesarrollo visto por los
desarrollados
NOTA IMPORTANTE:
Este artículo fue producido con la valiosa colaboración del Dr. Marino Arias
Corredor, M.D.
Aunque las
hipótesis planteadas hasta el momento contienen visos de discriminación y
justifican sólo algunos comportamientos de nuestras naciones, recién ahora se
viene a conocer el fruto de una investigación que durante más de 17 años ha
llevado a cabo un grupo interdisciplinario del Instituto de Asuntos
Psicológicos y Sociológicos de la Universidad de Columbia, cuya conclusión más
relevante abre un nuevo e inexplorado camino hacia la explicación del fenómeno
del subdesarrollo: Éste (el subdesarrollo), se debe a los efectos neurotóxicos del
agua de panela[1].
Dicha bebida,
consumida ampliamente y bajo distintas denominaciones por la gran mayoría de los
pueblos que habitan los países subdesarrollados, es un concentrado de azúcares
(que componen la panela) disuelto en agua; la denominada panela (en otros
países piloncillo, raspadura, atado dulce, panetela, tapa de dulce, chancaca,
etc.) es producida mediante la molienda de la caña de azúcar, luego de la cual
el extracto se concentra por evaporación y se moldea con diversas formas.
Se consume caliente
o fría, según la región y la hora a la cual se sirva: en el desayuno, como
acompañante del pan o la arepa; en el almuerzo, como sobremesa, para acompañar
el arroz, la yuca, el plátano y la papa; en las tardes se consume junto con
pandeyuca, almojábana, pandebono y amasijos similares; a cualquier hora, como
refresco o como bebida energizante, por ejemplo, antes de las competencias deportivas.
Se mezcla con leche para dársela a los bebés (tetero), con café para dársela a
los trabajadores (agüecafé) o como infusión en frío (panela en crudo) para los
purgados. Además, si se deja fermentar (guarapo), se constituye en la bebida
alcohólica de las fiestas populares. Y algunos deportistas consumen la panela
sólida.
Ancestralmente se
ha asociado el consumo de panela con la resistencia física y los deportes de
alto impacto, por ejemplo, el boxeo, el cual ha tenido destacados exponentes de
esta región, como el célebre “Sugar”
Ray Leonard, de ascendencia salvadoreña y quien se hizo famoso porque en lugar
de ponerse protector dental se encajaba un pedazo de panela en la boca, lo cual
le valió su apodo. También recordamos al famoso ciclista conocido como
“Panelita” Cárdenas, apodado así porque se embutía trozos de más de 250 g antes
de iniciar un premio de montaña y los consumía durante el ascenso que, por
supuesto, realizaba a gran velocidad, “como
si fuera en moto”. De ahí que en la región se conoce el alimento en mención
como un esteroide criollo “orgánico” (como está de moda).
Algunos
científicos del grupo de investigadores de la Universidad de Columbia que
realizó el estudio, llegaron a Villeta[2]
con la intención de investigar la composición química de la panela, pero
infortunadamente no consiguieron aislar sus componentes, debido a la
complejidad de la gran masa de compuestos que conforman este peculiar producto.
Lo que sí lograron, una vez que regresaron a su sede y tabularon, cotejaron y
analizaron con sus colegas la información que obtuvieron, fue establecer sus
efectos en el organismo humano:
La panela produce
a corto plazo hiperglicemia temporal, pero si la ingesta se repite en un lapso
breve, produce, después de una euforia inicial, síntomas como pesadez,
aletargamiento, sueño y pereza y deja al consumidor en una especie de coma
diabético ocasionado por una sobreproducción de la llamada marea alcalina, que
es un resultado del orgasmo gastronómico generado (como ocurre con cualquier
orgasmo, finalmente).
En cuanto a las
consecuencias del consumo habitual de aguapanela a mediano plazo, se pudo
comprobar que le produce a quien la ingiere de forma repetida, altos niveles de
hiperactividad, un deseo permanente de agarrar a trompadas a quien se le
atraviese y sobre-estimulación de la libido (coloquialmente denominada
arrechera), todo lo cual explicaría muchos comportamientos que se observan de
manera endémica en nuestro entorno.
Además, el
consumo persistente produce a largo plazo graves efectos sobre el sistema
nervioso central, relacionados con una dramática reducción del coeficiente
intelectual del individuo (ya que todo el alimento que este ingiere, solo puede
transformarse en fuerza bruta) y que se manifiestan en síntomas como mitomanía,
importaculismo, rebeldía permanente, deseo incontrolado de violar las normas, deterioro
moral, menoscabo social, anulación del sentido colectivo y desarrollo de
cleptomanía congénita.
El estudio
permitió concluir que todos estos fenómenos son expresiones de la
neurotoxicidad que producen la panela y especialmente el agua de panela. Es
decir, la carga de carbohidratos conduce a la degeneración neuronal de los
individuos, ésta a la disminución de su capacidad mental y de allí se originan
trastornos conductuales, morales y sociales que los incapacitan para
desarrollar una vida normal en comunidad. El resultado lógico de este caos, es
el subdesarrollo.
Pueden explicarse
entonces la agresividad de nuestros pueblos como resultado del exceso de carga
energética que produce el consumo de este alimento. Y, la pereza endémica y el
desacato moral y social, como provenientes de los efectos de su uso prolongado.
Curiosamente, los efectos que se destacan en el estudio en mención, se
desarrollan en los estratos sociales de mayor pobreza, por necesidad, pero son
claramente visibles en las clases sociales dirigentes de mayor poder donde, obviamente,
se producen por gusto.
Resulta interesante
observar cómo los pueblos más pacíficos del planeta (Suiza, Borneo, Luxemburgo,
Finlandia, etc.) nunca han probado la panela. Si revisamos la lista de los diez
países más desarrollados del mundo vemos que la única “panela” que conocen es
la del bloque electrónico de los automóviles que fabrican y, por lo tanto, no
se la comen. Así que, para ganar competitividad en los mercados
internacionales, todo lo que debiera hacer este país es dejar de consumir la
panela y exportarla, con lo cual lograría un efecto colateral muy parecido al
que se obtiene con otros productos de exportación, pero sin tantos problemas
para su comercialización.
[1] Neurotoxicity of panela water in emerging countries. Candy, Ralph.
Sweet, Oger. University of Columbia. 2017
[2] Población de Cundinamarca
reconocida como la Meca de la panela y que cada año elige a la Reina de la
Panela.
La neurotoxicidad se refiere a los efectos tóxicos o nocivos que se producen por alguna sustancia sobre el sistema nervioso. La hipótesis de la panelotoxicidad es la siguiente: a mayor consumo de glucosa (panela), mayor desnutrición. La fórmula es simple pues en países subdesarrollados o en vía de desarrollo hay un evidente mayor consumo de azúcares (especialmente de panela) que proteínas. Lo anterior es debido a condiciones económicas, sociales y culturales entre otras. La desnutrición, por si misma, produce daños sobre el sistema nervioso central y los niños son los que más sufren por falta de nutrientes. En los niños se han descrito alteraciones importantes en el perímetro cefálico y en el crecimiento del encéfalo ocasionando daño al potencial intelectual de los supervivientes y limitan su integración al mundo competitivo. Los estudios de tomografía computarizada de cráneo y de imagen de resonancia magnética en niños con desnutrición muestran imágenes compatibles con atrofias cerebrales. No se Uds. pero yo veo ejemplos palpables de la neurotoxicidad todos los días, aquí van: no hacemos fila, llegamos tarde casi siempre a cualquier destino, secamos la ropa detrás de la nevera, nos echamos leche de magnesia en la axilas para evitar el mal olor, hacemos 2 o 3 carriles en espacios para un solo vehículo, el decimos a un amigo “parce”, tenemos una piedra para partir la panela, nos insultamos a otros con nombres de enfermedades venéreas y lo peor de todo, nos matamos por cualquier pendejada utilizando en algunas ocasiones, la piedra para partir la panela. Así es que, en lo posible, menos azúcar y más proteína para nuestros niños. https://www.neurologia.com/articulo/2006663
MAC
En efecto, Marino. Ese inventario de síntomas (y otros que no mencionas) fue lo que llevó al grupo de la Universidad de Columbia a obtener las conclusiones del estudio que reportamos en este artículo. Gracias por tus aportes.