Según los egipcios, morir era tan complicado como haber vivido y si no
se aprobaba el examen final, de nada habría servido vivir ni morir.
Primera parte: El Chisme
Osiris era el dios de los
muertos. Llegó a esta condición luego de que su hermano Seth lo asesinó y
porcionó su cuerpo en 42 presas que esparció por todo el reino antiguo (el cual
quedó entonces dividido en 42 regiones). Osiris estaba casado con Isis, pero
tuvo una aventura con la hermana de ésta, su cuñada Cosis, quien era recuñada,
pues además era la esposa de Seth y de este modo quedó acuñada por partida
triple. Las malas lenguas dicen que también tuvo un hijo con ella, Anubis,
quien fue el encargado de reunir los 42 pedazos de su padre y armar el
rompecabezas, con lo cual se convirtió en el dios de los embalsamadores.
Desde entonces, Osiris era el
encargado de admitir o negar la entrada al reino de los dioses a los mortales.
Esta resultó ser para Osiris una ingeniosa manera de vengarse de Seth, pues
cuando éste finalmente entregó sus papiros y llegó a la sala de las dos
verdades, se encontró con que debía rendirle cuentas a su hermanito para poder
ingresar. Sobra decir cuál fue el resultado.
Segunda parte: El salón de las dos verdades
Para los egipcios era muy
importante la integralidad del ser y por eso inventaron la momificación, con el
fin de que cuando alguien falleciera, su cuerpo se mantuviera debidamente
intacto hasta después de que el finado se presentara ante Osiris para su juicio
final y que su corazón (depositario de la conciencia) fuera evaluado en la sala
de las dos verdades para definir si podía ingresar al reino de los dioses. Esto
fue un mandato de Anubis, quien tuvo que camellar bastante para lograr
organizar de nuevo el cuerpo de su padre y dictaminó que nadie debía estar
desmembrando cuerpos por ahí a la topa tolondra.
Cuando un egipcio moría, debía
atravesar el valle que separaba el reino de los vivos del reino de los muertos.
Dicho valle estaba lleno de espantosos peligros, por lo cual el clero de la época
ideó el Libro de los muertos (una
especie de waze antiguo), con el cual el difunto podría guiarse para sortear
las dificultades del camino y llegar sano y salvo ante Osiris y su corte
suprema. Lo único que se requería era que fuese capaz de seguir instrucciones,
haber aprendido a interpretar jeroglíficos, tener habilidad para resolver
sudokus y conservar un último aliento para cargar los 37 metros de papiro que constituían
el libro. Con su manual bajo el brazo, llegaría finalmente a la sala del juicio
donde estaba Osiris, el descuartizado, con sus 42 partes (puede uno imaginarse
el grado de resentimiento de cada parte, en una sociedad que propugnaba por la integralidad
del ser) convertidas cada una en un juez: El salón de las dos verdades.
Tercera parte: El juicio
El corazón del occiso se colocaba en un plato de una
balanza, mientras en el otro estaba la pluma de la verdad de la diosa Maat. Al
difunto le formulaban dos preguntas dos partes del cuerpo de Osiris,
seleccionadas al azar. Esto no era
otra cosa que un primitivo detector de mentiras, pues con una respuesta falsa,
el corazón se hacía más pesado y quedaba como una ciruela pasa (de ahí viene la
expresión “se me arruga el corazón”) y eso hacía que la balanza se inclinara en
contra del interrogado. Desde tan remotas épocas se han utilizado métodos para
detectar a los mentirosos, aunque hay que reconocer que éste si era mucho peor
que la prueba del platón. Es seguro que todos los egipcios llegaban a esta
prueba muertos de miedo.
Para enfrentar a toda esa gallada de
dioses en el salón, el difunto no estaba desamparado. Había unas reglas claras bajo las cuales se realizaba el
examen:
1. Eran
dos preguntas y dos respuestas, nada más. Las preguntas eran siempre de índole
personal, sobre el desempeño del interrogado en su vida terrenal, así que este
era el único poseedor de la verdad. No había ni las posibilidades ni los medios
para consultarle a nadie. Nada de que la llamada a un amigo, o que el 50/50 ni
nada de eso.
2. Las
preguntas eran orales y se debía responder oralmente, pero el dios Toth hacía
de escribano, tomaba nota de todo y levantaba un acta de lo ocurrido, por si
había una demanda posterior.
3. Las
preguntas eran abiertas. Nada de selección múltiple ni boleanas, así que el
pinochazo no era posible. Siempre se referían a algo que el cuestionado había
hecho o dejado de hacer, conocía, estudió, aprendió, practicó, es decir, era
sobre todo lo visto en su vida. No le iban a preguntar lo de otras carreras u
otras vidas.
4. Al principio no había un tiempo límite para
responder, pero luego, como habían ido llegando muchos charlatanes, de esos que
no saben otra cosa más que dar
vueltas y vueltas sobre el tema para enredar mientras se les ocurre qué
inventarse con el fin de salirse por la tangente, se determinó que tres
chasquidos que diera Ammit, el monstruo devorador de corazones, pasando su
lengua por sus filudos colmillos eran suficientes y que, si no había respuesta
en ese lapso, el corazón sería devorado, así no se hubiera arrugado. Eso eran
como 30 segundos, más o menos.
5. Si sus respuestas eran falsas (aunque fuera sólo
una de ellas), su corazón era arrojado a Ammit, un ser con cabeza de cocodrilo,
la parte delantera de león y la trasera de hipopótamo, como cualquier egipcia
con varios años de matrimonio encima y que siempre estaba ansioso por comerse
el corazón del enjuiciado, lo equivalente a quitarle hasta el alma. (Como cualquier
egipcia con varios años de matrimonio encima), quien se lo tragaba, impidiendo
de esta manera que pudiera retornar al cuerpo (como haría una egipcia que nunca
hubiese estado casada) y, por consiguiente, el difunto se convertía en un
espectro errabundo, sin derecho a entrar al paraíso, condenado al infierno
eterno.
6. Si sus respuestas eran correctas, podía habitar
de nuevo su cuerpo momificado y así ingresar a disfrutar de una maravillosa
vida eterna, rodeado de diosas y dioses. Y, además, todo completico para que el
goce fuera total.
Cuarta parte: Las preguntas
La de esas misteriosas
preguntas fue, sin duda, la cuestión más consultada a las pitonisas (que los
egipcios llamaban Obis), pues tanto en aquella época, como en la actual,
siempre nos ha producido gran ansiedad conocer de antemano las preguntas y las
respuestas de un examen, sobre todo cuando no se ha estudiado y no hay
posibilidades de sentarse junto al “pilo” del salón.
El problema aquí consistía en
que nadie había vuelto del mundo de los muertos, así que no había repitentes ni
egresados. Nadie a quien consultarle nada sobre sus propias experiencias con lo
del juicio. De modo que, ante el temor a lo desconocido, todos los egipcios
acudían, confiando plenamente en el proceso de la adivinación, a consultar
sobre cuáles podrían ser las preguntas que decidirían su destino para la
eternidad.
Las únicas pistas conocidas con certeza fueron las
preguntas que el corazón y el muslo izquierdo de Osiris le hicieron a Seth
cuando este llegó al salón de las dos verdades. Obviamente, su difusión se debió
a la necesidad de hacerle publicidad al hecho de que descuartizar a un hermano
no es una buena idea y que esto es algo que tarde o temprano le será cobrado al
infractor.
El corazón le preguntó: ¿Fuiste feliz en tu vida? Se
esperaba un rotundo NO (luego de lo acontecido), pero Seth respondió SI y su
corazón permaneció incólume, lo cual desconcertó a todos los presentes en el
salón, porque nadie quiere tener a un descuartizador, enamorado de su trabajo, conviviendo
en el mismo jardín. Y menos, si esto será por toda la eternidad.
La pregunta del muslo, más
contundente y demoledora, finalmente fue la que condenó a Seth al infierno
eterno. Con un gesto de dolor interno, le espetó: ¿Cómo se llama el nervio que
inerva mi parte anteroposterior? Seth, que había trabajado de muchacho en una
pollería donde aprendió a despiezar, nunca se preocupó por estudiar lo que
cortaba y claro, contestó mal.
Quinta parte: La copialina
Esta pista sirvió de base a toda clase de especulaciones
posteriores, a partir de las cuales las pitonisas se las ingeniaron para
elaborar un curioso banco de preguntas, el cual suministraban a sus angustiados
clientes para que hicieran la copialina respectiva.
En el año de 1935, una expedición francesa que buscaba
los restos de Amenofis IV, encontró, en una pequeña población llamada Edtú,
cercana a Luxor, la momia en perfecto estado de una de las pitonisas más
afamadas del antiguo Egipto. En su tumba, tras varios meses de excavaciones y
con el concurso de miles de expertos, encontraron y descifraron una inscripción
que se hallaba tallada debajo del sarcófago y en la cual se podía leer la
anhelada lista de aquellas preguntas catalogadas como las más difíciles de
contestar y que, de seguro, le reportaron enormes ingresos a la adivina.
Transcribimos aquí una parte
que se logró traducir y adaptar a la época actual y que les facilitamos para
que se pongan a estudiar, no vaya y sea el diablo (o Ammit para el caso):
¿De qué color era la blusa de
su mujer el día que la conoció?
Mencione los nombres de las
42 regiones del reino antiguo
¿Qué hubiera preferido saber:
la fecha o la causa de su muerte?
¿Por qué las mujeres abren
la boca cuando se maquillan los ojos?
¿Cómo se llama el pesaje de
las almas?
¿Qué se le paraba siempre
que daba un beso?
¿Qué es y aún no es y cuando
sea dejará de ser?
¿Cómo se llama la arteria
que une el dedo meñique con el corazón?
¿Qué es algo y nada a la vez?
¿Supo usted conciliar su
desempeño con las necesidades de su consorte?
¿Qué animal camina en cuatro
patas en la mañana, en dos a medio día y en tres al anochecer?
¿Qué recuerda de su primer
beso?
¿Cuál es su mayor
arrepentimiento?
¿Qué es lo que siempre se
negó a compartir?
¿Cuál es una pregunta a la
cual nadie podría contestar de forma afirmativa?
¿Por qué el agua sólo
arruga los dedos de los pies y de las manos?
¿Cuál es la única estrella que
no brilla?
¿Cuáles números sumados y
multiplicados entre si dan siempre lo mismo?
¿Qué cosa es que, entre más
grande, menos se ve?
¿Por qué la luna no se cae?
¿Quién dijo que yo no soy yo?
Si pronuncias mi nombre ya
no existo. ¿Quién soy?
¿Cuál es el color del retardo?
¿Cuál es el instrumento
musical que sólo tiene una cuerda?
Infortunadamente, no estaban
las respuestas. ¿Alguien las sabe?
Conozco la mitad de las respuestas pues ! Que tal! Pareciera imposible no?
Gracias por leernos, Duván.
Pues, pareciera que hiciste trampa (¿dónde conseguiste la copialina?) o eres una momia o te faltó consultar a la pitonisa para que te habilitara la otra mitad.